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Mostrando entradas de diciembre, 2005

Aire limpio

Resulta trágico cuidar del jardín con un cigarrillo en los labios. Los árboles, que luchan por sobrevivir cada dia, me encuentran aqui, a sus pies, matándome lentamente. No tiene sentido. Ayer me desperté pensando que no volvería a fumar, y lo he conseguido. No sé lo que duraré, aunque me conformo con que sea lo mismo que la última vez.

El jardín cerrado

El jardín ha cambiado mucho en estos casi diez años. La primera vez que entré en él, tuve la sensación de que quien lo cuidaba antes adoraba compartimentar las cosas. Había una zona para la pradera, otra zona distinta para la piscina, otra para la parte de atrás de la casa, y para acceder a cada sitio había que pasar por setos, arcos o puertas. Ahora cuando entras puedes ver hasta el final del jardín, y puedes pasear por él sin tener que pasar puertas, ni setos, todo está comunicado, todo es uno. Me ha llevado mucho tiempo y esfuerzo conseguir llegar a que sea así, y ahora que lo veo, creo que ha sido un error. Hay zonas del jardín que me resultarían más agradables si estuvieran separadas del resto, si mantuvieran su espacio a salvo de la mirada del recién llegado, si sólo pudieran disfrutarlas los que sean invitados a ellas, tal y como era antes. Lo que en un principio sentí como espacios cerrados que no dejaban ver el jardín en su totalidad, hoy lo siento como un espacio ex

Recoger las hojas

Cuido de seis chopos, cada uno de una edad diferente. Creo que el antigüo propietario del jardín los fue dejando crecer según le fue pareciendo bien, pero el caso es que han quedado en dos grupos de tres, los más ancianos en un lado, y los más jóvenes en otro. Son como una familia reunida en el salón de la casa. El mayor es el que está más apartado, entre la valla que dá a la calle y los demás, casi parece que les protege del mundo exterior. Luego están los otros dos, formando un círculo con él, y más dentro del jardín los otros tres, uno de ellos es más joven que los otros, crece un poco torcido, pero se le adivina fuerte y creo que finalmente acabará encontrando la vertical, es como mirar la torre de Pisa. Cada primavera se cubren de hojas, y cada otoño, las dejan caer sobre el césped. Cuando vive a vivir aqui recogía las hojas todos los otoños, el primer año con un rastrillo, tardé una semana. El año siguiente con una máquina de esas que soplan las hojas y las amontonan, tar